Juanita Vera: "He cantado en todos los rincones del desierto y ahora me toca decir adiós"

En el vasto desierto de Lavalle, donde el sol y la tierra se funden en colores áridos, Doña Juana Vera ha dejado una huella imborrable con su música. La emblemática cantante cuyana, ha llegado a una pausa de su carrera musical. En una emotiva despedida, se nos abre la oportunidad de conocer más sobre su historia, su legado y su profunda conexión con su terrunio.

¿Cómo fue tu infancia y cómo se conformaba tu familia?

Vivíamos en una finca donde mi papá era contratista en la “Finca Mozo Vergel”. Éramos mi mamá, dos hermanos varones y yo, que era la del medio. Mi padre falleció muy joven, a los 38 años. Después de su partida, quedamos solos con mi madre y mis hermanos. Yo tenía apenas 5 años. Mi mamá hizo un esfuerzo enorme para criarnos; éramos muy pequeños y ella trabajó arduamente para sacarnos adelante.

¿En qué momento de tu vida te relacionaste por primera vez con el canto? ¿Fue por voluntad propia, curiosidad o alguien te alentó? (de fondo suena “La vieja serenata”)

¡Esa es la primera canción que canté! Recuerdo que era muy chica y me daba mucha vergüenza cantar. Mi hermano mayor fue quien me animó. Un día, él me propuso preparar una canción para el cumpleaños de nuestra mamá. Mis tías organizaron una fiesta, y junto a mi hermano, le cantamos la “Vieja Serenata” a mi madre en su ventana frente a toda la familia. Fue un alboroto, yo tenía unos 15 años, y desde ese día no dejé de cantar nunca más.

¿Qué rol jugó tu familia en tu trayectoria como cantante y cómo fueron esos primeros pasos?

Después del alboroto de la serenata, el rumor sobre mi canto llegó al intendente de la época. Me invitó a cantar en la fiesta de la vendimia del departamento, a pesar de mi vergüenza. Me decía que debía hacer honor a Lavalle. Recuerdo que me invitaron al programa radial “Show de la Tarde” con Daffunchio, y allí canté con mi hermano. Mi familia siempre estuvo presente, apoyándome desde el principio y ayudándome a superar mis nervios.

¿Cuáles han sido las mayores alegrías a lo largo de tu carrera y qué etapas consideras decisivas para tu evolución como artista?

Una de mis mayores alegrías fue la gira por Buenos Aires, aunque no se concretó como estaba previsto. Decidí quedarme en Mendoza para cuidar a mi madre, que estaba enferma. Este momento fue decisivo, ya que me ofrecieron comenzar a cantar música cuyana, un estilo que me enamoró y del cual no me he separado desde entonces. Canciones como “Calandria Prisionera” y “Porque Usted Se Lo Merece” me dieron gran reconocimiento y se convirtieron en parte esencial de mi repertorio.

¿Qué importancia le das al reconocimiento de tu comunidad por tu aporte a la cultura, como el hecho de que la Casa de la Cultura del departamento lleve tu nombre?

Fue una emoción muy grande. Recuerdo cuando Roberto, el entonces intendente, me dijo que querían ponerle mi nombre a la Casa de la Cultura. Me quedé helada. Fue un momento muy especial para mí, y ver cómo la gente de Lavalle estaba tan contenta me conmovió profundamente. Siempre he sentido que soy una más de acá, y este reconocimiento es un testimonio del cariño y respeto que me han brindado.

¿Cómo fue y qué sentiste en la reciente despedida que te hicieron en el Teatro Independencia el pasado junio?

La despedida fue increíblemente emotiva. Fueron dos noches en las que me homenajearon, y canté temas que mi hermano había escrito. La primera noche fue tan especial que incluso hubo gente que no pudo entrar, y tuvimos que agregar una segunda noche. Fue un momento muy hermoso, ver a toda esa gente y sentir el cariño de todos. Ahora, mientras me despido de Lavalle y del desierto, siento una mezcla de gratitud y tristeza. He cantado en todos los rincones del desierto, en todas las fiestas, y ahora me toca decir adiós.

Así la despedimos entre mates y kilómetros para retornar del norte de Mendoza

La trayectoria de Doña Juana Vera ha sido un viaje de pasión y devoción por la música cuyana, reflejando una vida llena de emociones y un profundo amor por sus raíces. Su voz ha sido la banda sonora del desierto de Lavalle, y su legado perdurará en cada rincón de la tierra que ha cantado con tanto fervor. En esta despedida, no solo se cierra un capítulo en su vida, sino que también se celebra el impacto duradero de una artista cuya música ha sido un puente entre el corazón de su comunidad y el vasto paisaje que la inspiró.